La suerte de vivir en esta isla es que estás a sólo una ¡¡hora en barco de Italia!! Yo nunca había estado en el país de la pasta, la pizza, el capuccino, el tiramisú y los conductores locos... y tengo que confesar que me encantó.
La gente allí es mucho más ambale que aquí, todo hay que decirlo, porque aunque a los corsos no les guste reconocerlo, siguen siendo franceses y ya sabemos lo ¡especialitos que son! Los sardos fueron todos encantadores no solo la familia de Andrea, sino también sus amigos que han prometido venir a visitarnos.
Conocimos Sassari y exprimimos su fiesta (que no está nada mal por cierto), Alghero un pueblo donde se habla catalán (por la corona de Aragón) y Nuoro (el pueblo de Andrea).


La isla es una preciosidad, así que no descartamos volver muy pronto en cuanto haga buen tiempo para ir a la playa.