El crudo invierno nos sorprendió la otra noche mientras bailábamos en el Café l'Oriente, pero no fuimos verdaderamente conscientes de que había caído la del pulpo hasta la mañana siguiente al despertar con la peor nuestras resacas.



Nuestra experiencia con la nieve este fin de semana no acaba aquí. El domingo se nos ocurrió (bueno, fue más bien a Sofía) la idea suicida de ir a esquiar.
Tras pasar la noche del sábado planeándolo y moviendo cielo y tierra para conseguir el equipo (vale, también eso lo hizo Sofía) nos pusimos en marcha hacia lo que pudo haber sido nuestra última aventura en Córcega.
¡El coche se quedó atascado de camino al pueblo de la estación de esquí! En una carretera secundaria que gracias a nuestra idiotez no supimos traducir el clarísimo cartel que avisaba de:
CARRETERA CERRADA
Aisladas en mitad de la motaña, con una de las cadenas rotas y cubiertas de nieve hasta la espinilla (como se ve en las fotos), no nos quedó otro remedio que hacer de quita-nieves ¡¡el coche estaba completamente inmovilizado!!
Trazamos un perímetro de igual tamaño a un piso de protección oficial (ya sabéis que no me gusta exagerar) y nos pusimos a empujar nieve hasta poder girar el coche 180º.


Tras una hora de duro trabajo logramos bajar de nuevo por "la carretera de la muerte" y volver sanas y salvas a Corte.
Aquí acababa nuestro próspero y productivo día de esquí.

(agradecimientos a Lauri por su abrigo, sus fotos y por ser la que peor se portó en l'Oriente; a Milena por sus pantalones y guantes de esquiar ¡no sé qué hubiera hecho sin ellos! y por despertarte a las 7:30 para dármelos con una sonrisa en la cara. Y por supuesto gracias a Sofía por esta aventura, ¡ni la primera ni la última, espero!)
CONTINUARÁ...